BIOGRAFÍA:

Carlos Rico nació en Barcelona en el año de la desesperación de 1978, es el mediano de una familia humilde que en busca de tapar el agujero del hambre pronto abandona la ciudad para rodar por distintas pequeñas localidades de la provincia de Lleida, donde Carlos pasa la mayor parte de su infancia y adolescencia. Cuando cumple la mayoría de edad, regresa a su ciudad natal en autobús, solo, en un mítico viaje que marcará el devenir de su literatura futura. Allí conoce y se relaciona con cierta clase de personas que a un Carlos Rico, ya escritor desde los quince años recién cumplidos, le sirven para dar un aire profesional y purista a su creatividad. Su pasión se convierte en escribir y viajar, fuente de su literatura iniciática. Es entonces cuando Carlos empieza a barajar la posibilidad de convertir su pasión, su mayor talento en una fuente de ingresos, en su profesión. Pero enseguida conoce a la que hoy día es su mujer y decide dejar los estudios para emprender una aventura loca a su lado donde los euros pronto serán la clave de la subsistencia, donde escribir y morirse de hambre ya no será una posibilidad plausible. Todo esto unido a que el mundillo de escritores barceloneses en el que estaba inmerso y comprometido se destapa como una pantomima de escritores que no escriben, de charlatanes que no sienten lo que dicen, de trepas que sólo quieren vender su obra al mejor postor sin tener en cuenta la "posteridad", palabra que se convertirá en su "live motive" desde que escribió su primera poema allá por el año 1993.
Con el cambio de milenio consumado y una vez el mundo no se había venido abajo, Carlos, que ya había abandonado su ciudad natal para emprender su vida por libre, tomó las riendas de su destino y sin ataduras su literatura fluyó como nunca alejada de tanto farsante del mundillo de las letras. Sus creaciones fueron profusas y constantes. El poeta desengañado deja de enviar material a todas las editoriales y certámenes, se desvincula definitivamente del entorno literario. Es entonces cuando desarrolla su prosa en búsqueda de nuevas rutas de expresión y con el relato corto se muestra cómodo, salvaje y descarnado. Su literatura retrospectiva, sencilla y salvaje está muy alejada a lo que se viene publicando en los círculos comerciales y aunque esas creaciones cualitativamente están al alcance de muy pocos creadores, Carlos se empeña concienzudamente en alejarlas del mundo, prohibiendo a la mayoría de su lectura. Apilando sus creaciones en enormes baúles de plástico tras la finalización de cada obra el autor se siente cómodo y a salvo.
"Escribiendo para la inmortalidad" como bromea en algunas ocasiones consigue conservar intacto la magia, lo puro, lo sagrado que representa la creación para él, no publicando se asegura que la escritura no se convierte en otro trabajo odioso y mezquino de los que suele aceptar continuamente para llevar pan a casa. Carlos Rico ante todo es un poeta, un poeta que no rima, un poeta que siente y hace sentir, un poeta que provoca, un poeta que molesta, un poeta que lejos de los antiguos trovadores no busca hacerte sentir bien, sino que te obliga a mirar hacia dentro para buscar cuán de humano has perdido en la jornada de hoy, cuán de ruin fuiste hoy en tu trivialidad, todo lo que mentiste para ser hoy tú, en un día a día donde ganan los de siempre y la injusticia es algo tremebundamente aceptable. Carlos Rico nunca quiso vivir de lo que escribía y lo ha conseguido escrupulosamente durante décadas. Tras vivir en diversos pueblos de las cuatro provincias catalanas finalmente se instaló en el que parece ser su campamento definitivo a orillas del Ebro, después de detener la vorágine de sus viajes y de aparcar sus ansias de reconocimiento. Allí llegaron sus hijos, Noah y Efrén Rico. Como amante de la posteridad y siendo un firme convencido de los valores de inmortalidad, no seré yo quien se atreva a decir que ahí permanecerá mucho o poco tiempo, sólo su inagotable amor por la literatura nos irá dando pistas.
Livia Gloriac
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